jueves, 4 de julio de 2019

En el bar de mis padres...




Cuando empecé a trabajar "en serio" (crecí jugando a los camareros en él), lo hice en el bar de mi familia y pues claro, se me caía alguna que otra copa. Ains, mi cara de descomposición y mi padre, el pobre, diciéndome que no me preocupara, que él también había roto muchas copas. La hostelería es muy difícil y sacrificada , pero yo personalmente me alegro de haber tenido esta suerte.


Suerte de criarme en el Bar Rincón de San Eloy. Suerte de jugar a llevar platos a las mesas y ver la cara de satisfacción que ponían las personas. Suerte de que mi jefe fuera mi padre (y suerte de que mi madre siempre estaba para salir en mi ayuda). Suerte de poder aprender el oficio de la mano de mis hermanos. Suerte de que gente de todo el mundo haya conocido a mis padres y probado nuestra cocina. Suerte de tener un padre que era camarero, jefe de sala, pinche, servicio de limpieza, traductor de diversos idiomas, e incluso torero cuando hacía falta. Suerte de ver a mi madre cocinar, aprender de ella y sentir su misma pasión por la cocina. Suerte porque desde pequeña sé que ser camarero es trabajar duro, las horas que hagan falta, aguantar a imbéciles y que con que tan solo un cliente lo valore ya haya merecido la pena el esfuerzo. Suerte de que en mi actual trabajo tengo constantemente a mi padre presente, escuchando sus historias del bar en mi cabeza y reviviendo esos años juntos. “En el bar de mis padres…”




Suerte de que a día de hoy puedo labrarme un futuro gracias a ellos dos.





Una inmortal